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Sobre mujercitas y la feminidad

  • Foto del escritor: Sandy Blackstar
    Sandy Blackstar
  • 23 feb 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 26 feb 2020



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Hace no mucho, se estrenó en los cines una nueva versión del clásico Mujercitas, novela de la estadounidense Louisa May Alcott. Dicha novela apareció por primera vez en 1868 y tuvo excelente recepción por parte de los lectores, por tratarse justamente de una historia de mujeres, en la que se relata el pensar y sentir de cuatro hermanas, quienes deben arreglárselas solas, junto con su madre, cuando el padre es enviado a luchar en la Guerra Civil en los Estados Unidos. La historia de Mujercitas tiene como escenario una sociedad tradicional en Massachussets, donde las reglas sociales pueden marcar el destino de cualquier joven casadera. Las cuatro niñas viven experiencias varias muy dramáticas, en el desarrollo de la novela, con las cuales es puesto a prueba su carácter y su corazón; también, la novela rescata mucho el amor y la lealtad entre hermanas, aunque, del mismo modo, se evidencian las rivalidades y discrepancias que se suscitan cuando dos mujeres quieren exactamente lo mismo, en una sociedad que exige mucho del supuesto sexo débil. Los personajes del filme del 2019, dirigido significativamente por una mujer, Greta Gerwig, son encarnados, de forma apasionada y tridimensional, por actrices de fama mayúscula, como Saoirce Ronan y Emma Watson, quienes dan vida, respectivamente, a Josephine, la hermana escritora y a Meg, la hermana promedio, buena y de mayor edad. Las hermanas Amy y Beth son interpretadas por las actrices Florence Pugh y Eliza Scanlen. Y aquí cabe aclarar que, quitando a Josephine (apodada Jo), quien es la protagonista del filme, la novela pondera equitativamente el conflicto de cada una de las chicas, sin minimizar o priorizar a alguna de ellas; por el contrario, en el filme destaca el personaje de Amy; y esto puede deberse al temple y presencia de la actriz que la interpreta: Florence Pugh. También, en el libro otorga gran importancia al decaimiento que experimenta la hermana pianista Beth, siendo que, en el filme, dicho personaje queda muy opacado por las otras –y no es porque esté enferma; es porque se le imprime poca relevancia a su subtrama, y porque se decidió contar la historia rompiendo la estructura lineal cronológica, cosa que perjudica el devenir del personaje, quien en una escena es enterrada, y, en la inmediata siguiente, aparece convaleciente. Con todo ello, la nueva versión fílmica de Mujercitas apenas obtuvo una estatuilla dorada en la pasada entrega de los premios Oscar: mejor diseño de vestuario. Esto nos deja pensando, que quizás, aun cuando fue muy colérica, apasionada y polifacética la Jo, interpretada por Saoirce Ronan, todavía causó mayor asombro la Judy Garland interpretada por René Zellweger, quien obtuvo el Oscar como mejor actriz.


Un acierto que revela la cinta de Mujercitas, recién estrenada, es el saber reinventar a los empolvados personajes. Finalmente, las subtramas sirven y resurgen para contar el conflicto que pudiera experimentar cualquier chica de la época actual. Salvo el vestuario (irónico, porque, como dije antes, fue justamente el premio Oscar que este filme obtuvo), es asombroso cómo, en pleno siglo XXI, todavía muchos sueños femeninos de progreso quedan diluidos en las expectativas de los padres, en lo que una sociedad paternalista considera desarrollo y progreso para una mujer, y en el mediocre estereotipo que recalca que hay capacidades y profesiones exclusivamente para hombres. Las chicas de Mujercitas se muestran singulares y encantadoras, pero, para no variar, y apegándose estrictamente a lo narrado en la novela, ellas se deben primero a la familia y a la sociedad, antes que a sí mismas. Meg (Emma Watson) se casa por amor, pero paga las consecuencias de no haber escogido un mejor y adinerado esposo. Amy desplaza a Joe con sus dotes femeninas (lo cual pone en evidencia cómo socialmente las mujeres están acostumbradas a competir entre ellas mismas, para ganar la atención del varón) y logra un exitoso matrimonio con su adinerado vecino Theodore Laurence, llamado amorosamente Laurie por las hermanas March; y cabe aclarar que a este Laurie, interpretado por el actor de moda Timotheé Chalamet, lo vimos en Call me by your name, entre amores tempranos y homosexuales, y también en el más discreto filme, Lady Bird, donde también compartió actuación con Saoirce Ronan. Y que no se me pase mencionar a la enorme actriz de reparto, Meryl Streep, quien encarna a la anticuada y ceñida en sus formalismos, tía March; y en realidad este personaje luce por ser “una más” de las que cobran vida a manos de Streep; la verdad es que el personaje es un estereotipo y no deja destacar nada más; simplemente está ahí para mostrar las reglas y rigores de una sociedad, donde las señoritas de sociedad eran muy señaladas si querían salirse del matrimonio para desarrollarse personal y profesionalmente.


En este respecto, y como era de esperarse, el personaje protagónico, la controversial Josephine, o Jo, interpretada por Ronan, se alza como bandera feminista, y acertadamente encauzada ante su negativa de truncar su carrera como escritora, para casarse “bien”. Y eso que, según muestra la trama de la novela y del filme, sí estaba enamorada del prometedor galán; lo que pasa es que, justamente, la novela revela que ella temía ser una mujer que quisiera trabajar y alzar su voz mediante su ser escritora, dentro de una sociedad donde son los varones los que trabajan detrás de un escritorio. La verdad es que, en este respecto, tanto el personaje como su conflicto, siguen estando vigentes. ¿Cuántas chicas bien que mal tienen que mostrarse más o menos masculinas, pero sobretodo fuertes y tenaces para ser abogadas, ingenieras, doctoras, entre otras profesiones, y cumplir su sueño de tener un rol aparte del pre asignado rol materno? Finalmente, Jo encuentra el amor y no se amarga, como supuestamente sí pasa a muchas solteronas, pero lo importante es cómo la novela (también el filme) pone al descubierto esta problemática femenina no resuelta a través de la joven protagonista: Jo.

En contra del filme, creo que a veces no hay que inventar el hilo negro para remendar una novela que es un clásico y no tiene que ser remendada. Me refiero a la ruptura de la secuencia narrativa que opta por el ir y venir entre el pasado y presente, en vez de ceñirse a la evolución cronológica de los personajes. Supongo que los realizadores del filme quisieron darle mayor dinamismo con esta decisión de la secuencia mosaico que da cabida al flashback; sin embargo, sí llega a tornarse confuso con cuál de los personajes estamos lidiando: la del presente o la del pasado. Aclaro que no encontré error alguno en la edición del filme, salvo que sí es raro que vuelva a aparecer la hermana difunta en escenas subsecuentes a su dolido fallecimiento.


Por lo demás, creo que el tema de Mujercitas sigue siendo todo un tema, porque, sin importar la época, las mujeres somos complejas y nos define el círculo y la línea ondulada, no el cuadro o la línea recta como a los hombres; luego, es difícil, injusto y escaso que una mujer se conforme exclusivamente con el matrimonio y la maternidad como culminación de su vida (y ojo, no estoy subestimando el ser madre de ningún modo); es que justamente por eso, por la enorme capacidad de adaptación y resiliencia que tiene la mujer así como para ser madre, también tiene grandes dotes para ser muchas cosas más, aunque la sociedad pretenda no entenderlo, tal y como sucedió con los personajes de Mujercitas, con las cuales seguramente empatizamos, y más si las espectadoras del filme eran mujeres. En mi caso particular, evidentemente el personaje de Jo me confirió el coraje para escribir mi propio libro y me mostró que en un mundo de hombres, hay que jugar con las reglas de los hombres, y tal vez así, sabremos, mujeres, salirnos “con la nuestra”. Sin más, este filme no es el mejor de los filmes nominados a mejor película del 2019, pero es un imperdible dado su tema y la pulcritud del desarrollo de sus personajes. Ahora que, para no variar, siempre tendré que recomendarles que por favor, precine o postcine, lean la novela, para así apreciar la visión de una escritora estadounidense de finales del siglo XIX, en torno al tema de la mujer y su feminidad.

 
 
 

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