The Mandalorian
- Sandy Blackstar
- 8 ene 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 11 ene 2021

De lo bueno poco, se dice por ahí. Y no nada más me refiero al pequeño personaje verde, quien comúnmente se ha popularizado como “bebé Yoda” en redes sociales. The Mandalorian hace referencia al personaje solitario, con pulida y futurista armadura, y en vías de extinción, quien protagoniza esta serie, para revelar que muchas veces un personaje secundario crece y merece su propia historia.
Mucho temimos –aquellos asiduos al mundo de Star Wars– el derrotero que tendrían los nuevos episodios de la saga, cuando, en 2012, Disney, industria de entretenimiento experta en el relato infantil y caricaturesco y rosa, tomó las riendas de la producción y distribución de Star Wars. Numerosos debates entre los fanáticos de la serie, en torno a cómo podría producir Disney, de forma digna, sobria y respetuosa los otros acontecimientos de los personajes de Star Wars, siendo que su creador George Lucas atesoraba celosamente a ese hijito, desde los 70´s, cuando irrumpió con ese episodio IV, titulado “Una nueva esperanza”.
A varios años de distancia, el pasado noviembre 2020, Latinoamérica presenció, a través de Fox Channel, el estreno de Star Wars: The Mandalorian, serie televisiva web, clasificada como space western estadounidense. Muchos de nosotros, fanes y espectadores de Star Wars, acudimos a The Mandalorian con cierta reticencia, pero atentos para enterarnos de qué manera figuraba el personaje verde, quien posiblemente guardaría parentesco con Yoda, el Jedi –maestro de alto rango– quien entrena, tanto física como psicológicamente, a Lucke Skywalker, personaje clave de la saga entera.

Desde el primer episodio, nos enteramos que no: el pequeño ser verde, de raza desconocida, es un expósito; no tiene conexión directa con Yoda; es un “paquete” que tiene gran valor para el Imperio, debido a su potencial psíquico –quienes ya estamos familiarizados con la saga, intuimos que el pequeño, aun a su cortísima edad de 50 años, tiene ya un peculiar don para manejar “la fuerza”–. Episodios más tarde, figurará que el codiciado pequeño se llama Grogu; eso afirma él, telepáticamente, a la Jedi con quien se reúne El Mandaloriano, en una de sus aventuras varias.

El personaje protagónico de esta serie, o sea, El Mandaloriano, tiene un rostro y una historia qué contar, misma que subyace debajo de ese enigmático casco que no debe retirarse, siguiendo a pie juntillas el código de honor de los de su clase. Su nombre es Din Djarin; su ocupación es ser un cazarecompensas y un pistolero solitario. Djarin, nombrado confianzudamente “Mando” por otros personajes del universo Star Wars, también es huérfano; fue rescatado a temprana edad por un grupo de Mandalorianos, quienes lo arroparon y entrenaron en su credo. El personaje es muy bien interpretado por Pedro Pascal, a quien hemos visto en Game of Thrones, como Oberyn Martell, Príncipe de Dorne. En palabras de Pascal, “su personaje se parece a Clint Eastwood por su carácter moral cuestionable y por sus habilidades combativas avanzadas”. En lo que a mí respecta, debo decirles que construirán una empática y honorable imagen del personaje, sobre todo a través de su gallarda, profunda y sensible voz, la cual es su carta de presentación ante el mundo. Como ya mencioné antes, el personaje jamás debe quitarse el casco; de modo que su misteriosa faz queda guardada, sin permitir etiquetas sobre su buen o mal semblante. (Y cabe aclarar, que en algún punto de la serie, sí verán por corta ocasión la cara de El Mandaloriano, pues se rumora que de lo contrario, la Academia no podría si quiera considerarlo para obtener un Oscar como mejor actor principal).
El argumento que desencadena la serie va de que al Mandaloriano le solicitan recoger “el paquete” y entregarlo en manos seguras del Imperio. En situación cualquiera, esto a él no debería importarle. Finalmente, un trabajo es un trabajo y él es un cazarecompensas. El asunto viene cuando se percata de que el paquete es Grogu, un pequeño bebé, quien además es huérfano, igualito que él; esto desata un conflicto interior en el personaje, quien desatiende las órdenes y mejor se entrega a su propio honor y ética personal: no puede tratar a un ser vivo cosa cualquiera. A razón de ello, El Mandaloriano se pone a sí mismo en peligro y es ahora señalado como enemigo del Imperio, pues tiene “algo” de gran valor para ellos. Mientras tanto, Grogu, con su ternura y particular forma de ser, sabe ganarse de lleno el corazón de tan hermético personaje, quien decide tomar su apuesta, para convertirse en un prófugo y renegado.

Cada episodio de The Mandalorian es una aventura en donde aparece algún conflicto inicial que lleva al Mandaloriano a entablar contacto con otros personajes, nuevos o ya reconocidos desde antes, dentro del Universo de Star Wars. La serie es perfecta ocasión para rescatar del anonimato a personajes que apenas figuraron en los añejos episodios IV, V y VI; por lo cual se augura que la serie será muy atractiva, tanto para niños como para adultos.
¿Por qué recomendarles ver The Mandalorian? Pues además de que entenderán de dónde proviene “el bebé Yoda” –sean nuevos o no, en Star Wars– la serie es una ocasión perfecta para descubrir un universo de Ciencia Ficción tan sólidamente elaborado, gracias a la imaginación y a las dudas de Ciencia Ficción que se planteó de inicio su creador Lucas. Por otro lado, cada episodio es narrativamente congruente: no presenta cabos sueltos; además de que tiene la bondad de que resuelve el conflicto inicial en el espacio que dura el capítulo, lo cual hace avanzar la trama y va perfilando estos perfectos y sólidos eslabones narrativos, hacia un mismo tema o punto de encuentro: la estrecha relación tutorial entre El Mandalorian y Grogu, que significativamente desarrolla cómo, sin importar razas o credos, siempre nos conduce ese adulto o mayor a cargo de nuestra formación. “That´s the way” rezaría aquí El Mandaloriano, tal y como hace para sellar sus pactos, o para empeñar su palabra.
Por otro lado, y no menos importante, la serie está escrupulosamente producida, aun cuando es para televisión. Es una delicia ver en acción los personajes, vehículos y escenarios del mundo Star Wars; en este sentido, Disney+ no nos queda a deber. Por ejemplo, en el episodio donde figura el dragón de arena, tremendo monstruo subterráneo que acosa a los pobladores, hicieron una gran labor de animación digital para generar suspenso, emoción y aventura, cuando los pobladores hacen por enfrentar a la criatura que los había aterrorizado por años. Antaño, el dragón de arena hubo quedado reducido a un esbozo, a una marioneta medio articulada, ante el impedimento técnico de mostrarla airosa, dignificada y de cuerpo completo, tal y como sí sucede en The Mandalorian.
Ya finalmente, quiero decirles que The Mandalorian es una serie muy sana, muy positiva y familiar. Siempre, en cada episodio, rescata valores éticos y morales, de manera implícita y a través de la actuación de los personajes involucrados en la trama. El amor, el respeto, el compañerismo, la lealtad y el coraje son algunos de ellos.
El Mandaloriano es un personaje icónico, no sólo por prometer relación con el popular y aclamado Boba Fett, miembro de su logia, sino también por lo que él mismo despliega mediante su actuar: un ser humano guardado en una coraza de hierro, pero con autonomía, ideales y ética personal, que lo llevan a conducirse entre la vida y la muerte, entre la luz y la oscuridad, alguien asequible y de carne y hueso. Y por cierto, algo que puede gustar a muchos es que él, en realidad, no es tiene algún poder sobre natural o extraordinario, como sí tienen los Jedis. El Mandaloriano se tiene a sí mismo, a su lucha, a su carácter y a su pasión; porta una armadura y un noble corazón. El Mandalorian –Mandaloriano en español– logra intrigarnos para intentar averiguar quién es el rostro debajo de tan senda fachada; qué hombre se esconde detrás de tan gentil y caballerosa voz; qué héroe se permite ser, por un lado, un paciente custodio y padre; por el otro lado, un aguerrido y mortal combatiente. The Mandalorian está muy a la mano y vale la pena verla por forma, por fondo y trasfondo.

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